11/06/2025 EMPRESA EXTERIOR
La balanza comercial de la Unión Europea con China ha registrado un déficit sin precedentes de 88.178 millones de euros durante el primer trimestre de 2025. Este dato, el más alto jamás registrado, es consecuencia de una drástica caída de las exportaciones europeas y un fuerte aumento de las importaciones desde el gigante asiático, lo que ha activado todas las alarmas en Bruselas y elevado la tensión diplomática.

El comercio exterior de la Unión Europea enfrenta uno de sus desafíos estructurales más significativos. Según los datos más recientes publicados por Eurostat, el bloque comunitario acumuló un déficit comercial histórico con China de 88.178 millones de euros en los tres primeros meses del año. Esta cifra récord evidencia una brecha cada vez mayor: mientras las exportaciones europeas hacia China se desplomaron un 8,3%, las importaciones de productos chinos se dispararon un 18% en el mismo periodo.
Este grave desequilibrio contrasta notablemente con la evolución de la relación comercial con otros socios estratégicos. Por ejemplo, con Estados Unidos, la UE vio crecer sus exportaciones un 34%, logrando un importante superávit. Sin embargo, este resultado positivo no es suficiente para compensar el enorme agujero generado por el comercio con Pekín, ni el déficit creciente con otras economías asiáticas. Como resultado, el superávit comercial total de la UE ha disminuido un 5,9% en comparación con el año anterior, lo que ha reavivado el debate sobre la competitividad de la industria europea y la necesidad urgente de diversificar sus mercados.
La preocupación en las instituciones europeas es máxima. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ha lanzado una clara advertencia sobre la insostenibilidad de la situación actual. “Los dirigentes europeos no van a tolerar con el tiempo el desequilibrio comercial en nuestra relación”, afirmó recientemente. Von der Leyen recordó que la UE dispone de mecanismos para salvaguardar sus intereses, al señalar que “tenemos herramientas para proteger nuestro mercado”. No obstante, matizó que la vía preferida es el diálogo: “Preferimos trabajar en soluciones negociadas. Son opciones que están sobre la mesa y creo que es también del interés de China analizar cuidadosamente estas opciones”.
Desde el Parlamento Europeo, el presidente de la Comisión de Asuntos Exteriores, David McAllister, ha reforzado este mensaje, subrayando la necesidad de actuar con celeridad. “Debemos trabajar con urgencia y determinación para encontrar soluciones estructurales que puedan reequilibrar la relación comercial entre la UE y China”, declaró.
En respuesta, el presidente chino, Xi Jinping, ha hecho un llamamiento a la cooperación y ha advertido sobre los riesgos del proteccionismo. “China y la UE deben cumplir con sus responsabilidades internacionales, salvaguardar juntas la tendencia de la globalización económica y el entorno comercial internacional justo, y resistirse conjuntamente a la intimidación unilateral”, expresó el mandatario.
Por su parte, el presidente de la Cámara de Comercio de la UE en China, Jens Eskelund, considera que un acuerdo es “eminentemente posible”, pero supedita el éxito a la voluntad de Pekín de atender las preocupaciones europeas. Sin embargo, Eskelund es tajante sobre la necesidad de un cambio: “Se ven desequilibrios, en particular en las relaciones comerciales, que siguen aumentando y que habrá que abordar en algún momento. Las cosas no pueden seguir como hasta ahora”.
Los analistas atribuyen este desbalance a factores estructurales, principalmente al modelo industrial chino, fuertemente orientado a la exportación y apoyado por subvenciones estatales, lo que inunda el mercado europeo de productos. A esto se suma la debilidad de la demanda interna en China y el impacto de los altos precios de la energía en la competitividad europea. Las tensiones ya se han materializado con la imposición de aranceles antidumping por parte de la UE y las consecuentes represalias comerciales de Pekín.
Este complejo escenario obliga a la Unión Europea a una “reflexión profunda sobre el futuro económico de Europa”, su autonomía estratégica y su vulnerabilidad en un contexto de competencia global cada vez más intensa.
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