Nueva era comercial: el Brexit pone a prueba a las empresas españolas

03/02/2021 LA VANGUARDIA

Si una sensación reina estos días entre los comerciantes que exportan al Reino Unido, esta es, sin duda, la tranquilidad. Les recorrió el cuerpo el día 24 de diciembre, al saber que la entrada de bienes comunitarios al archipiélago no estaría gravada con aranceles. Y un mes después, esta agradable sensación todavía sigue ahí.

El nuevo acuerdo de Comercio y Cooperación que han sellado la Unión Europea y el Reino Unido para regular su relación tras la salida definitiva de Londres del club de los 27 libera el comercio de bienes del pago de cuotas y aranceles, el escenario más temido si no se alcanzaba un acuerdo antes de finalizar el año porque empezaba a regir la normativa de la Organización Mundial del Comercio (que sí los exige).

Panorama

El acuerdo comercial exige trámites de aduanas, controles y cambios fiscales

Los empresarios, de un lado y otro, respiran aliviados porque los costes de vender al extranjero no serán elevados. Dicho esto, el inicio de la nueva etapa no ha sido nada pacífico. Un mes después de la entrada en vigor, sigue habiendo confusión, retrasos en entregas de pedidos, colapsos en las fronteras…

Las oficinas de comercio del Gobierno central y del autonómico y de la Cámara de Comercio Británico en España aseguran estar recibiendo un alud de consultas relativas a una disparidad de temas. El nuevo acuerdo comercial no incluye aranceles, pero sí exige trámites burocráticos y pagos de aduanas, todo tipo de permisos y autorizaciones, controles fitosanitarios y cambios en la fiscalidad, especialmente sobre el IVA.

“El flujo comercial está al 50% debido a la incertidumbre y la falta de tiempo para la adaptación. Las empresas solo tuvieron una semana de margen para conocer la normativa. También es cierto que muchas compañías aumentaron los pedidos en el 2020 en previsión del caos inicial”, comenta Cristina Serradell, directora de internacionalización de Acció, la agencia para la competitividad de la empresa de la Generalitat.

Camiones hacen cola en el puerto de Dover  (Chris Ratcliffe / Bloomberg)

Eva Prada, directora general de la Cámara de Comercio Británico de España, añade que “las pymes son las que tienen más problemas, ya que las grandes empresas cuentan con más recursos y han sabido reaccionar más rápido”. Según fuentes del Departamento de Aduanas e Impuestos Especiales, de momento no se están produciendo incidencias significativas más allá de retrasos o confusiones.

El acuerdo se está aplicando de forma gradual por tres etapas –enero, abril y julio–, así que hasta verano no desplegará todos los efectos. Todo el mundo espera que, poco a poco, los trámites se agilicen, especialmente gracias a la digitalización. Pero lo cierto es que no todos los sectores van a poder hacerlo. Lo dijo de forma muy simple en septiembre el negociador de Bruselas, Michel Barnier: “Yo no sé cómo se inspecciona una vaca de manera virtual”.

Así que por mucha digitalización y recursos (el Gobierno británico ha invertido unos 800 millones de euros en aumen­tar personal y tecnología en los controles fronterizos), los flujos no van a ser fluidos como antes. “Cabe esperar que haya limitaciones y controles en las fronteras y que el flujo no sea igual que antes”, señala Enrique Feás, investigador del think tank Real Instituto Elcano y economista del Estado.

Cifras

En las primeras semanas, el flujo comercial ha caído por la confusión y el aumento de envíos en el 2020

El impacto económico que tendrá el nuevo acuerdo es incierto. Teniendo en cuenta los costes aduaneros y de burocracia, el Banco de España elaboró un informe a inicios de diciembre del 2020 estimando que un acuerdo comercial semejante al de la UE y Canadá (como es el caso) disminuiría un 1,5% el PIB británico. En cuanto al PIB español, la secretaría de Estado y Comercio calcula que el nuevo pacto evita una caída de cerca del 0,2%, frente al escenario sin acuerdo. En comercio, no existen datos detallados ni estimaciones. Desde la secretaría apuntan que los resultados en comercio llevan dos meses de decalaje.

De momento, las empresas españolas que exportan al Reino Unido afrontan la realidad con optimismo una vez superada la primera fase de alerta y temor. El sector de la automoción (líder en volumen de negocio, como indica el gráfico), asegura no haber sufrido grandes afectaciones y ve el pacto con buenos ojos. “La noticia es muy positiva aunque el acuerdo se cerró in extremis y hay medidas pendientes de concretar”, comentan fuentes de Anfac, la patronal de fabricantes de automoción.

Entre sus peticiones está “definir reglas de origen claras que permitan a las empresas probar de forma rápida y eficiente que los bienes proceden de la UE”. Es básico para mantener la operativa del just in time, que se basa en entregas de material en el momento que se necesita para evitar acumulación de stock.

Carteles en el aeropuerto de Heathrow (Ben Fathers / AFP)

En Catalunya, el sector industrial aboga por desdramatizar el Brexit. “Ahora, la preocupación real no es por el acuerdo sino por la adaptación a las nuevas reglas de juego y por la profunda crisis de la pandemia. Creemos que todo va a fluir una vez superados los pequeños sobrecostes de tiempo y dinero” , señala Joan Tristany, director general de Amec, la asociación de empresas industriales internacionalizadas.

En el sector de la alimentación (otro de los más activos en exportaciones) son aun más optimistas. Ramon Sentmartí, director de Prodeca, la empresa pública de la Generalitat encargada de la promoción internacional de alimentos, señala que la previsión es aumen­tar un 9% las exportaciones de productos este año. “Creemos que la demanda por productos frescos y de calidad seguirá creciendo. Además, el fortalecimiento de la libra frente al euro hará aumen­tar la capacidad de compra de los británicos al continente”.

Así, nadie cree que el Brexit vaya a poner en peligro la relación comercial entre España y el Reino Unido, que llevan siglos estrechando lazos. De hecho, las primeras relaciones datan del siglo XIX, coincidiendo con la industrialización del país. Cantabria y el País Vasco empezaron a exportar minerales y a importar carbón de las islas y abrieron rutas directas por mar que todavía hoy siguen activas.

El gran punto de inflexión llegó a finales del siglo XX, tras la entrada de España en la UE. “Es entonces cuando tiene lugar la integración de las cadenas de valor. Ambos países pasan a producir y comerciar como si fueran regiones y no países, sin ninguna barrera de entrada”, apunta Feás.

Vista de las inmediaciones de la City de Londres (Tolga Akmen / AFP)

El resultado es que Reino Unido es hoy el quinto socio comercial de España en flujo exportador y el séptimo en flujo importador (ver gráfico). En paralelo, la inversión entre ambos países es una de las más robustas de Europa. Según la Cámara de Comercio, Londres es el segundo inversor extranjero en España (por detrás de Suiza), y según el Banco de España, Madrid es el segundo en el Reino Unido (destaca el papel de grupos financieros y de telecomunicaciones como Santander, Sabadell y Telefónica).

También el turismo británico se ha disparado en España hasta el punto de que hoy es el principal país emisor junto a Alemania. (Según el INE, registró 15 millones de pernoctaciones, el 37% del total). Además, según el Banco de España, los británicos siguen siendo los principales compradores extranjeros de vivienda en España (14%).

Relación

España y el Reino Unido encaran la nueva etapa con lazos comerciales estrechos

Ante esta relación tan estrecha, la salida del Reino Unido de la UE no puede ser sino que un hecho traumático. La decisión ha tardado cinco años en materializarse y, por suerte, no lo ha hecho en el peor escenario. Feás comenta que “sin acuerdo, podíamos haber pasado de una relación de 10 a 0”. Con un pacto sin aranceles, “hemos pasado de 10 a 4”. Esto es mejor que nada, señala, pero no hay que olvidar que es un 4.

Por mucha tecnología y recursos que existan, sostiene, comerciar con Reino Unido no será igual de fácil ni eficiente como lo ha sido en las últimas décadas.

¿Cómo lo viven las empresas?

“Renegociamos sobre la marcha”

Isotubi lleva 40 años fabricando y exportando tubos de acero inoxidable a centros sanitarios, aeropuertos y obras civiles de todo el mundo. La directora general, Meritxell Arnedo, comenta que la empresa ha llevado “sobre la marcha” la nueva relación comercial con el Reino Unido, un país que significa el 13% de su total de ventas (26 millones). “Ni los clientes británicos ni nosotros mismos sabíamos lo que iba a suceder hasta la última semana de diciembre. A toda prisa renegociamos los contratos y establecimos que ellos asumirán los trámites y el transporte a cambio de un ajuste de precios de nuestro producto”. Arnedo añade que la empresa ha tenido que multiplicar por cuatro el tiempo en tareas administrativas. Pero en general, respira tranquila porque no hay aranceles y porque ha podido esquivar el colapso de las primeras semanas. “Los clientes aprovisionaron stocks durante el 2020. Compraron un 20% o 30% más de lo habitual para cubrirse las espaldas”. La compañía confía en mantener fluidas las relaciones con el Reino Unido porque su producto “no se produce en el archipiélago” y porque tiene experiencia comercial satisfactoria en países extracomunitarios, como Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda.

“La pesca vive un caos inaceptable”

Antonio Rueda no da crédito del caos que vive la actividad pesquera en aguas británicas. Es el director de Scotwest Seafood, una filial de la compañía Maresmar, con sede en Mercabarna y especializada en la importación de marisco escocés al continente. “La situación es inaceptable. Por un lado, no hay suficiente personal para ejecutar las inspecciones, ni el campo administrativo ni en el campo veterinario. Nadie está preparado, y hay mucha confusión sobre qué criterios y permisos aplicar. Se crean largas colas de espera. Por otro lado, tenemos problemas logísticos. Los controles están lejos de nuestra ruta habitual, tenemos que sumar unas ocho horas a nuestro trayecto a causa del desvío. Además, las gestiones solo se pueden realizar durante el día, lo que nos trastoca toda la operativa porque necesitamos circular de noche si queremos que el género llegue a destino en buen estado”. Rueda comenta que la compañía apenas sirve el 20% del producto a causa de la mala gestión. “Si la situación se prolonga, el negocio es insostenible”, lamenta con desesperación. Y eso que la compañía opera con barcos escoceses y no sufrirá el impacto de las famosas cuotas para embarcaciones pesqueras comunitarias.

«Duplicamos pedidos de snacks en el 2020»

La previsión y la planificación han jugado a favor de Liven, una empresa familiar especializada en la producción de snacks para terceras marcas y con una facturación de unos 100 millones. “Llevamos dos años diseñando escenarios sobre la relación comercial con nuestros proveedores británicos. El hecho de que no haya aranceles ha aliviado mucho la presión que teníamos. Hemos reformulado los acuerdos y ahora son ellos los que van a pagar los trámites de aduanas, mientras que nosotros nos ocuparemos del transporte”, comenta Verónica Ballesteros, directora de marketing. Para evitar retrasos en las primeras entregas de la nueva etapa, la compañía duplicó pedidos en el mes de diciembre. También amplió las rutas marítimas con acuerdos con proveedores logísticos en distintos puertos por si alguno de ellos fallaba. “¡Y menos mal! El caos inicial y el temporal Filomena entorpecieron toda la actividad”. Ballesteros confía en que el sector superará el cuello de botella y que en el medio plazo, la situación se normalizará. El Reino Unido se convertirá en un mercado extracomunitario como tantos otros.

«Las entregas de zapatos se demoran»

El Reino Unido es uno de los principales mercados extranjeros de la marca de zapatos y alpargatas Toni Pons. En el 2020, la compañía facturó 14 millones de euros, y el 10% provino de ese país. La compañía familiar se está adaptando a la nueva situación, pero con ciertas afectaciones al negocio. “La circulación terrestre está colapsada. Este enero, hemos realizado el primer envío, pero todavía no ha salido de España. Antes, solo tardábamos cinco días, y ahora, vemos que la cosa va para largo, calculamos que el trayecto se puede demorar entre dos y tres semanas”, comenta Ruth Bernácer, responsable del departamento de exportación. La empresa también ha reformulado contratos con clientes. “Hemos acordado que nos repartimos los costes del trámite de aduanas a cambio de que los clientes realicen el doble de pedidos, de 40 a 80 pares de zapatos”, señala. La compañía también se ha visto obligada a retirar sus productos de terceras plataformas de comercio electrónico porque estas han decidido dejar de operar en el Reino Unido por problemas con los almacenes y las devoluciones. La compañía confía en normalizar la situación de cara a la temporada de verano, la más fuerte.

 

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