19/05/2021 EL PAÍS
Las restricciones a la movilidad van quedando atrás en la mayor parte de Occidente y el gradual regreso a la vida de la actividad económica está dando alas a las materias primas. La más icónica —y, todavía, más importante— de todas ellas, el petróleo, ha superado este martes la cota de los 70 dólares, un nivel con el que llegó a flirtear a mediados de marzo, pero que retrotrae a mucho antes de la pandemia: el crudo no cotiza de manera sostenida en esas cifras desde principios de 2019, un año antes del confinamiento. En la memoria lejana quedan ya los apenas 20 dólares por los que la referencia europea (el Brent) llegó a cambiarse cuando comenzó el efecto de dominó de cerrojazos para frenar el avance del coronavirus.
El final de las restricciones a la movilidad entre países significa más movimientos aéreos y por carretera, y eso siempre es sinónimo de un mayor consumo de combustible. Las previsiones de mayor actividad por parte de las aerolíneas son un buen ejemplo de este cambio de patrón: la mayor compañía de bajo coste europea, Ryanair, ya vislumbra la recuperación; y, casi en paralelo, la estadounidense United Airlines ha anunciado que en julio agregará 400 vuelos diarios en sus conexiones previstas con ciudades europeas. La demanda hotelera también apunta en la misma dirección, con un importante repunte a medida que se van levantando las trabas a los viajes de ocio.
La OPEP sostiene los precios
Al margen de los movimientos de demanda, es importante tener en cuenta que el mercado petrolero lleva meses intervenido de facto por el cartel de países miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP), que ha respondido al scalextric económico con importantes recortes en los bombeos para sostener así los precios. “En cuanto la OPEP aumente la oferta, los precios volverán a bajar”, explica por teléfono Gonzalo Escribano, analista del Real Instituto Elcano especializado en temas energéticos, que ve al crudo cotizando a corto y medio plazo en una horquilla de entre 60 y 80 dólares. “Es posible que este verano pueda irse por encima de los 70 o incluso hasta los 75, pero en ese caso para el tercer trimestre ya estará de bajada. Nadie está previendo precios más altos, y yo tampoco”, agrega. “Es verdad que las vacunas están funcionando y la que la demanda va tirando, pero los productores todavía tienen mucha capacidad ociosa y mucho grifo que reabrir”.
El encarecimiento del petróleo, aun temporal, tiene efectos nada deseados para los países importadores, como España y la mayor parte de socios de la UE. En primer lugar, porque supone pagar más por un bien todavía muy necesario para el transporte y algunas industrias. En segundo, porque mete un punto adicional de presión sobre el índice general de precios justo cuando la inflación está emitiendo cada vez mayores señales alcistas a raíz del encarecimiento de las dos principales partidas energéticas: la electricidad y los carburantes. Una dinámica que aún tiene recorrido en los próximos meses